Consideremos la paradoja manifestada el jueves 13 de Octubre de 2005 en nuestro FORO DE ELGOIBAR, que podríamos formular así: El conocimiento se genera en los equipos, y se acumula y se guarda en las personas. El valor de las personas en las organizaciones se está incrementando en base a ese fenómeno de almacenamiento del conocimiento.
Entonces, cómo se explica que las personas en el nivel más alto de responsabilidad, y que, por tanto, han acumulado una gran cantidad de conocimiento, sean jubiladas sin excesiva preocupación por parte de la organización, ni acción de recuperación de ese conocimiento.
Parece, pues, que el valor del conocimiento no es muy alto en los más altos niveles. ¿Tiene esto algún sentido en la futura sociedad del conocimiento?
Pude recoger varias aportaciones, aunque seguro, que, al no tomar notas ese día, se me escaparán varias.
- Es posible que cuando hablamos del conocimiento, lo reducimos al conjunto de informaciones, datos,.….elementos racionales. Y no sólo es eso.
- Es posible que en posiciones de liderazgo, no se tenga mucha cantidad del conocimiento del que se habla en las propuestas de la sociedad del conocimiento. Si, por ejemplo, en un equipo de 10 personas, el líder acumula sólo el 5% (menos que la alícuota parte), objetivamente no es un problema grave.
- Es posible que los gerentes, líderes, acumulen capacidad de coordinar los conocimientos de los demás, pero entonces, por qué no valorarlo y recuperarlo pasándolo a conocimiento
formalizado. - Si somos precisos: al desaparecer el líder, parte importante del equipo, el propio equipo desaparece para transformarse en otro equipo diferente. Por lo tanto, el conocimiento referido al equipo
anterior, no vale nada relevante en el nuevo equipo.
Se me ocurre que quizás el conocimiento acumulado en una persona tiene valor únicamente cuando el equipo lo valora y utiliza, por lo que está ligado a la pertenencia al grupo, a un grupo. Las personas
tendrían conocimiento únicamente en función de que las personas a su alrededor lo aprecien, lo que está ligado a la capacidad de formar equipos, conectar con personas. Y son ellas las que nos conceden
autoridad, valor, a lo que podamos aportar cada uno. Parece, pues, que podríamos poner el acento en la relación de las personas, en lugar del “conocimiento”.
Es posible que en el fenómeno de la gestión del conocimiento, hemos puesto el acento en el “stock”, el almacenamiento en las personas o en normas o datos, y no hemos acentuado “el flujo”, la corriente entre
personas, grupos y organizaciones. El flujo está íntimamente ligado a la relación, y ésta a dimensiones emocionales, biológicas y sociales. Frecuentemente tenemos que hacer alusión al reduccionismo que
culturalmente se produce cuando se habla del conocimiento. Siempre se apunta a la cabeza, al cúmulo de racionalidad, explícita o tácita, al conjunto de reglas y datos conocidos y acumulados por la experiencia.
Paradójicamente, y no hace falta apelar a GOLEMAN o DAMASIO, sabemos de la capital importancia de emociones, valores, relaciones, etc.
Entonces, no es de extrañar que el conocimiento racional, no explique paradojas como la expuesta: el poco valor del conocimiento en las responsabilidades “más altas”.
Pero, si no sirve a esos niveles de responsabilidad: ¿en qué se basa la importancia del conocimiento “racional”, a la que demos tanta importancia?
- En el caso de la jubilación, tenemos varios planos posibles de observación. Desde la organización, la marcha de un jubilado es algo determinista: tiene que ocurrir y tiene el mismo carácter de inevitable que pagar a hacienda todos los años. No se ven otras posibilidades puesto que, tal y como observa el fenómeno, “aprovechar al jubilado” tiene muchos impactos negativos. Entre otros no aprender a manejarse de otra manera, desde otras perspectivas y vivencias diferentes a las
anteriores. Y tiene razón la organización. O sea, su comportamiento, es razonable. - Desde la persona, la marcha es la oportunidad de demostrar sucapacidad de manejarse en otra situación. Pero es un cambio importante de vida. Y además es inevitable, antes o después. Y no lo va a conseguir si prolonga la situación. Además le resulta particularmente difícil reconocer que existen otras posibilidades de actuación diferentes a las que el vé como adecuadas y, dar por bueno un rumbo diferente al que tomaría si continuase. Y darnos cuenta de nuestra prescindibilidad es volver la mirada a que somos “poquita cosa”. Una unidad entre 6000M de habitantes del planeta. Aunque sea duro, es razonable su comportamiento.
- Desde fuera, nos parece una pérdida de las dos partes y, en consecuencia, del conjunto y de la sociedad. Para “nosotros”, que estamos fuera, es una conducta errónea. O sea, a los únicos que nos parece erróneo es a nosotros. ¿Y qué autoridad tenemos para decir eso?
Seguramente tendremos que acordar que la importancia de las personas que nos parecen relevantes, no es tanta, a la luz de lo poco que cuesta olvidarse de ellas. Nada nuevo bajo el sol:
NADIE ES IMPRESCINDIBLE. NINGÚN CONOCIMIENTO ES IMPRESCINDIBLE.
Añadir comentario